En nuestro país
hay niños que se desmayan en las aulas, debilitados por el hambre. Madres que
se quitan la comida de la boca para poder alimentar a sus hijos y no tienen
idea de cómo harán mañana para conseguir alimentos. Personas trabajadoras y
proveedoras de familia para quienes un almuerzo son mangos que tienen la
fortuna de recoger en las calles.
Nos
encontramos en un momento de profunda gravedad de la crisis alimentaria. Sus
efectos se sienten a lo largo de todo el país, afectando a las grandes mayorías
venezolanas. Hay grupos en mayor riesgo. De estos el más sensible y el que
amerita toda nuestra atención, es sin duda el de nuestros niños.
Los
niños en edad preescolar y escolar necesitan de una alimentación completa y
constante para asegurar el desarrollo normal de sus capacidades físicas e
intelectuales. Las fallas y deficiencias nutricionales que se produzcan en este
estadio tendrán consecuencias negativas directas en su desarrollo posterior.
Estudios
como los de la fundación Bengoa, muestran que la desnutrición en niños menores
de 5 años en nuestro país ha alcanzado el 10% y para los niños de educación
escolar el 30%. En lo inmediato esto significa que los más pequeños podrán
sufrir de fatiga, anemia, diabetes y riesgo de enfermedades hipertensivas. A
largo plazo podrían presentarse trastornos de crecimiento y desarrollo y de
atención y rendimiento escolar, que de continuar esta situación en el tiempo serían
irreversibles.
Esta
crisis alimentaria pone en peligro la vida y el futuro de toda una generación
de venezolanos.
A mediados del pasado mes de junio, un equipo
liderado por Juan Maragall, Secretario
de Educación de Miranda, realizó un
sondeo en unos 170 planteles del estado, alertados por el altísimo índice de
abstención (¡51%!) que se había registrado en las escuelas. Se entrevistaron a
casi 3.000 alumnos y maestras. Los datos recogidos sobre el problema
alimentario no dejaron duda de la gravedad de la situación. En esa muestra, 1
de cada 3 alumnos estaba comiendo una o dos veces al día. Más del 80% de los
alumnos temía quedarse sin comida. L[AC1] a
mitad de los niños entrevistados se
había ido a la cama con hambre, por falta de alimentos, al menos una vez a la
semana. La investigación subrayaba el papel de los Planes de Alimentación
Escolar, y su importancia para las comunidades. 13% de los niños, por ejemplo,
no asistían a clase cuando no había comida en la escuela.
En
Caracas Mi Convive recogimos testimonios de la gente en este mismo sentido, en
nuestro trabajo en las zonas de 23 de Enero, San Agustín, La Pastora y Catia. La
mayor preocupación de las personas era la comida y cómo poder alimentar a los
más pequeños. Junto con líderes y actores de la comunidad iniciamos la
actividad de sancochos comunales para abordar el problema y organizarnos para
enfrentarlo, buscando apoyos con otras organizaciones y sectores de la sociedad.
Hasta el momento hemos realizado más de 30, con la participación de unas 3.600
personas, entre adultos y niños.
El
siguiente paso ha sido articular la iniciativa de los sancochos con la escuela Fe y Alegría del sector Los Telares de Ruiz
Pineda. Esa articulación
nace desde nuestra experiencia en el reconocimiento de la importancia de las
escuelas en las comunidades, como espacios alrededor de los cuales se producen
situaciones de encuentro y apoyo de y para la gente. En estos momentos, como
bien señala Maragall, son también la fuente de alimentación a la que muchas
familias acuden para poder dar de comer a sus hijos en medio de la crisis.
Con
nuestra propuesta en Los Telares, buscamos generar un equipo de al menos 8 personas de la comunidad,
con insumos suficientes para asegurar una comida al día los próximos tres meses
para al menos 120 niños en edad escolar, los más vulnerables. Queremos establecer
un modelo que pueda reproducirse en otros planteles, siempre con el trabajo de
las comunidades, otras organizaciones y ayuda del sector privado.
La
gobernación de Miranda también ha decidido mantener abiertas sus escuelas durante el periodo de
vacaciones, en un esfuerzo por mantener activos y en funcionamiento los
Programas de Alimentación Escolar. Creemos que esta iniciativa debería ser
replicada a nivel nacional y recibir todo el apoyo del Estado, sin condicionamientos ni
parcialidades sectarias y partidistas.
Necesitamos
acciones que enfrenten la crisis con la articulación de personas e
instituciones, donde la comunidad tenga un papel activo en conjunción con los
gobiernos locales y el Estado,
y que propicien el encuentro entre los venezolanos. No planes elaborados con
criterios irreales, administrados para el beneficio de unos pocos y
provocadores de conflicto y retaliación.
Nos
encontramos en un momento de profunda gravedad de la crisis alimentaria. Grandes
mayorías desesperadas se enfrentan todos los días a la realidad de pesadilla de no tener que darle de
comer a sus hijos.
Pero
nos encontramos también en el momento de la solidaridad.
Tenemos
la oportunidad de dar lo mejor de nosotros. Nuestra contribución, cualquiera
que sea y a la escala que podamos hacerla, será el primer paso para salir de esta
enorme crisis que nos ha tocado.
Podemos
empezar aquí y ahora: ayudemos a mantener abiertas las escuelas en vacaciones,
apoyémoslas para que puedan continuar alimentado a nuestros niños.
Ellos
nos lo están reclamando.
Roberto Patiño
Coordinador de
Movimiento Mi convive
Miembro de
Primero Justicia
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