El gobierno venezolano ha asumido a través de sus acciones y discurso un comportamiento en el que ha negado la gravedad de crisis alimentaria, evadido culpas, achacándoselas a otros con el argumento de la guerra económica, y difamado e intimidado a las personas y organizaciones que denuncian la situación o trabajaban para enfrentarla, ligándolas de una forma indignante a complots internacionales y amenazas conspirativas e insultando, reprimiendo y denigrando a los afectados por el problema.
En
días recientes, programas de medios estatales reaccionaron en esta misma
tónica, con acusaciones y aseveraciones maliciosas, completamente erradas e
infundadas, generadas a partir del reporte en una reconocida cadena internacional
sobre la situación en una localidad, en Ruiz Pineda, ligada a una de nuestras actividades. Otros
organismos del estado acudieron, incluso, a “monitorear” la situación.
La
actividad se trataba de la iniciativa de Sancocho Comunitario. En nuestro trabajo en las comunidades de 23 de
Enero, San Agustín, Catia y Pinto Salinas, se hizo evidente que la crisis
alimentaria alcanzaba niveles inéditos y alarmantes: eran terribles los testimonios de necesidad que compartían
con nosotros las personas con las que trabajábamos y muy grande el número de
niños acudiendo a las actividades pidiendo comida.
Para
nosotros fue imposible desentendernos de esta realidad y junto con la
comunidad, recuperamos la tradición popular de la celebración del sancocho,
alrededor del cual la gente se reunía a compartir y alimentarse con familiares,
amigos y vecinos, haciéndolo operativa con otras organizaciones y personas de diversos
sectores de la ciudad.
Cuando
un sancocho, un acto gregario generado por los mismos integrantes de la
comunidad en colaboración con organizaciones y personas (es decir: familiares, amigos y vecinos), es
tratado por el Estado como una acción subversiva, un acto de traición a la patria
o la muestra hostil de un complot internacional, el Estado está, sencillamente,
criminalizando la convivencia y la solidaridad y a aquellos que la promueven y
la ejercen.
Nos
está diciendo que las únicas relaciones que permitirá entre nosotros serán de
desconfianza, enemistad y sumisión. Que nuestra vida tiene que estar regida por
el miedo, la carencia y el rencor.
Y
esto no podemos aceptarlo.
Hemos
realizado más de 30 sancochos con la participación de 3200 personas y se
continúa trabajando activamente para reproducirlos en otros puntos de la
ciudad. No pretendemos darle una solución definitiva al complejo problema de la
crisis alimentaria, pero si una respuesta inmediata a partir de la solidaridad
que nos exige el momento y la responsabilidad con el otro.
En
nuestra experiencia, anteriormente en sólo en dos ocasiones, un colectivo local y un grupo de individuos
intentaron detener la realización de los sancochos, bajo los argumentos de que miembros
de nuestra organización no podía realizar actividades en “sus” territorios y
desconociendo la voluntad de las personas de la comunidad. Fueron los mismos
integrantes de la comunidad (gente, recalcamos,
de distintas tendencias políticas) los que buscaron otros espacios
cercanos e intercedieron, con firmeza y sin violencia, para lograr continuar
con la comida.
Hace
tres años creamos junto con Leandro Buzón el movimiento Caracas Mi Convive.
Trabajamos con individuos y comunidades de diferentes sectores y con visiones
distintas a las nuestras, agrupados a partir del compromiso por la convivencia,
la solidaridad y la búsqueda de soluciones reales que surjan desde la comunidad
y en donde esta sea protagonista y primera beneficiaria.
Son
relaciones construidas con los años. Para nosotros es un orgullo y un honor
poder compartir todos los días con las
personas y grupos que nos permiten trabajar con ellos y acompañarlos.
Nuestro trabajo en Caracas Mi Convive se da a
partir de la necesidad de enfrentar la violencia, no sólo como problema sino
como una cultura que nos ha traído dolor y desconfianza e inhabilita la clave
para el avance social: la colaboración entre todos. De saber y reconocer que en
nosotros existe una necesidad de encontrarnos y compartir. Que claro que es
posible enfrentar esta terrible situación en la que nos encontramos y salir de
ella fortalecidos, estrechando los lazos que nos unen y creando unos nuevos.
Que
tenemos que tener un sentido de responsabilidad para con nosotros y los demás.
El
problema de carencia de alimentos existe y nos está afectando a todos, no forma
parte de un guión o una pieza de propaganda. Hay que reconocerlo y actuar de
inmediato en la medida de nuestras posibilidades, para enfrentarlo y ayudar a
otros a hacerlo.
La
convivencia no es un eslogan publicitario, ni un truco egoísta para ganarnos
simpatías o favores, es el vínculo sincero que nos permite vivir en conjunto y construir
un futuro auténtico como personas y
grupos.
El
hambre no es mentira y la solidaridad no es un crimen.
El
trabajo que tenemos es muy duro y Caracas Mi Convive, como tantos otros en
estos momentos, continuará haciéndolo.
Lo
otro es validar el odio, la desgracia y la confrontación y eso es algo que la
inmensa mayoría de los venezolanos está demostrando que no quiere y, sobre
todo, no se merece.
Roberto Patiño
Coordinador de
Movimiento Mi convive
Miembro de
Primero Justicia
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