La presión ejercida por la crisis, sobre todo
alimentaria, estimulada
irresponsablemente por los poderes estatales, nos pone a todos los
venezolanos bajo una durísima prueba. Y
estamos respondiendo a ello apelando a todas las reservas de convivencia que aún nos quedan.
A pesar
de que mi firma había sido anulada, asistí a las jornadas de validación
sucedidas durante la semana pasada. Fui a ayudar y apoyar al inmenso caudal de
personas que acudieron a los diferentes puntos de validación de Caracas. Las
condiciones impuestas por el CNE buscaron desanimar a la gente y dificultar al
máximo su participación. Los validantes respondieron masiva y valientemente con
su presencia, poniéndole cara y nombre a
nuestra justa exigencia de reconocimiento democrático.
El
CNE instaló un número insuficiente de capta-huellas con el evidente propósito
de alargar los procesos por varias
horas. Con esa misma intención se produjeron retrasos e interrupciones por el
personal a cargo, implementando una franca “operación morrocoy”. El cierre de varios centros, a las 4 de la
tarde, se produjo con centenares de personas que, sin culminar el proceso, debían
volver al día siguiente para intentarlo de nuevo. Fueron sintomáticos los
sucesos en el estado Carabobo, donde las tácticas dilatorias del representante
del CNE en el estado represaron a miles de participantes. En Nueva Esparta el
alcalde Richard Fermín protestó ante hechos similares iniciando una huelga de hambre.
A
principios de esa semana, en Portuguesa, dos jóvenes integrantes del partido Voluntad Popular,
Francisco Márquez y Gabriel San Miguel, fueron detenidos de manera
absolutamente irregular por funcionarios
del Sebin. Francisco y Gabriel iban a ayudar al traslado de firmantes a los
centros de validación de ese estado. Personalmente conozco a Francisco desde bachillerato,
y tuve la oportunidad de compartir con él en el movimiento estudiantil para el
voto joven durante el 2011. No tengo dudas de su talante moral y su profunda
honestidad y no puedo sentir sino repudio y condenar enfáticamente la forma en la que tanto él como Gabriel, fueron apresados. Como criminales, fueron
detenidos para luego ser incomunicados y
negados de cualquier asistencia legal, en el peor estilo de los procedimientos implementados,
en los años 70, por las dictaduras de un
Pinochet o un Videla.
Estos
hechos corrieron en paralelo con la crisis alimentaria, que en este mes se ha
agudizado, evidenciando ya la magnitud de la situación a la que nos
enfrentamos: tenemos un déficit de alimentos que impide satisfacer la demanda
actual. Además del factor económico (inflación,
mercado negro), sencillamente no hay la cantidad de alimentos suficientes
para satisfacer las necesidades mínimas de la población. Los CLAPs han
evidenciado este hecho, y ya son incontables las denuncias no solo de su parcialización a la hora de
repartir la comida, sino también de la incapacidad material de estos comités para atender a las familias asignadas.
La
propuesta de corredores humanitarios, que en un principio se propuso para la
también terrible situación de los
medicamentos, ahora no solo debe verse como un apoyo o paliativo, sino como uno
de los componentes principales de un plan de emergencia nacional sobre la crisis
de la alimentación que debe ser abordado ya por todos los factores de poder del
país y que los venezolanos, en su conjunto, estamos demandando.
Este ataque implacable sobre todos nosotros,
que busca generar actos de violencia y a causar desánimo e impotencia, ha activado,
en cambio, y debemos reconocerlo con orgullo, nuestras reservas de solidaridad, fortaleza, astucia,
y tenacidad.
En
los centros a los que fui vi grupos de jóvenes que se habían organizado para
traer a familiares y vecinos. Otros asistían a ancianos, madres con sus bebés, personas con necesidades especiales. Muchos,
que como yo, tenían sus firmas anuladas, se encontraban allí ofreciendo apoyo
anímico y material a los validantes, cuya paciencia y compromiso fueron comprobadas
con creces. Pude ver a una señora que al ser informada de que no tendría chance de pasar, dada la
extensión de la cola, nos dijo: “No importa, hago las horas de cola que sean
necesarias para que después no me vengan a decir que aquí no había nadie”.
En
Puerto Ayacucho, las personas se
movilizaron en curiaras, atravesando el
río Orinoco, a validar sus firmas. En el
Junquito, en Luis Hurtado, Pedro Rangel Mora, un señor de 74 años, organizó a
18 personas, alquilando un transporte para acudir al centro de validación.
Cuando un corte de luz amenazó con interrumpir definitivamente la operación, el
grupo hizo una “vaca” y compraron combustible para activar una planta eléctrica
y así poder continuar.
En
esos días conocí un caso sucedido en los hechos de protesta y vandalismo
sucedidos en Cumaná. La gente del sector
Rómulo Gallegos se reunió exitosamente para impedir el saqueo de la panadería
de su vecindario, logrando que fuera una de las pocas, en la ciudad, en
mantenerse abierta y operativa en los días posteriores a los sucesos. El dueño del local, en un
gesto de agradecimiento, regaló porciones de pan a sus vecinos al día
siguiente, luego de la intentona de saqueo.
No
podemos escapar a la dureza de la crisis que estamos viviendo y de la desesperación,
el desánimo y el rencor que infringe sobre nosotros. Pero también en
nosotros hay una necesidad de encuentro
y de superación. De ser muchísimo mejores que este terrible momento en el que
nos encontramos.
En
ese sentido, contra las adversidades, estamos demostrando nuestro verdadero
valor. Mantener esa convicción,
rescatarla y demandarla en los demás, es el reto que en estos días los
venezolanos, en su gran mayoría, nos hemos esforzado en superar.
PS:
Al momento de escribir estas líneas aún se mantienen detenidos e incomunicados
Francisco Márquez y Gabriel San Miguel. Desde su injusta detención el domingo
19, han sido “ruleteados” por diversos centros de detención en Portuguesa y
Yaracuy, sin contacto con familiares y abogados. El jueves fueron recluidos en
la cárcel de San Juan de los Morros, una de las más peligrosas y violentas del
país. Hacemos un llamado a las autoridades para que sean liberados, y al cese
de este tipo de acciones represivas que sitúan a Venezuela a la par de
dictaduras y regímenes totalitarios en el mundo.
Roberto Patiño
Activista
social
Coordinador de
Movimiento Caracas Mi convive