¿Cuál es la realidad de Venezuela en el momento de escribir estas líneas?
Un país que atraviesa la crisis más profunda de su historia, materializada en los terribles padecimientos de su población como el hambre, la escasez de insumos médicos y la violencia e inseguridad desproporcionadas, en medio de un caos económico, político y social.
Las instituciones y herramientas de gobierno y Estado están coaptadas por el régimen de Nicolás Maduro, cuyo desempeño atenta en todos los niveles contra el país y cuyas formas se han revelado de manera abierta como dictatoriales, en un panorama de represión y persecución política.
Las vías democráticas para la búsqueda de cambios y soluciones, que constituyen pactos básicos para la convivencia entre los diferentes sectores de la sociedad, han sido cercenadas y bloqueadas por el grupo en el poder, totalmente desconectado de las necesidades básicas y de emergencia que vive el resto del país.
Las conversaciones establecidas entre el régimen madurista y la MUD, se realizan en medio de esta realidad. Confluyen enormes expectativas, gran desconfianza y confusión. Resulta extremadamente difícil llevar a cabo un proceso de negociación cuyos logros, a pesar de la importancia o efectividad que puedan alcanzar, serán irremediablemente evaluados en contraste con las inmensas necesidades y la terrible emergencia que los venezolanos experimentamos de forma implacable todo los días.
Los ataques a la unidad y las fracturas internas son factores que suman una crisis de representatividad al ya complicado proceso, restando confianza y credibilidad a los actores involucrados. Se debe reconocer el esfuerzo genuino de participantes como Carlos Ocariz, que a pesar de las equivocaciones, intenta avanzar con la herramienta del dialogo.
Esta es la realidad del país. Esta nuestra realidad.
Es muy importante reconocer la dimensión de la crisis y nuestra posición en ella. No para generar alarmismos estériles y dejarnos abatir por la anomia, la impotencia, el miedo y el egoísmo. Debemos asumir la realidad para comprender el momento que atravesamos y entender que los cambios que debemos hacer requerirán de tiempo, gran esfuerzo y valor.
Para embarcarnos en ellos deberemos ampliar nuestra visión, apoyarnos en el otro y ser constantes. No habrá soluciones inmediatas y cambios efectivos que sean bruscos y “mágicos”. No habremos de hacer una sola cosa solo una vez, sino varias muchísimas veces. Sobre todo,una sola persona no podrá tener todas las soluciones. Estas se produciránúnicamente con el concurso y el consenso de todos.
En estos días se han repetido los conceptos de “calle” y “unión”, como elementos clave para generar los cambios, en un principio políticos, que la gran mayoría de los venezolanos aspira: cambiar al régimen madurista y a sus nocivas políticas sociales y económicas. Creemos que esto es verdad hasta cierto punto: lograr estos objetivos, tan difíciles y complejos, representa sólo el comienzo de un largo proceso de cambios que debemos asumir para la construcción de un proyecto inclusivo y sostenible de país.
El momento de crisis nos pide reformularnos lo que creemos es la “calle”. Debe transcender la participación ocasional y episódica de la manifestación sin abandonarla, para abarcar ámbitos en la organización local y la creación de redes de apoyo. Sus objetivos no solo deben contemplar los grandes cambios políticos, sino también atender a la solución de problemas inmediatos y a generar una nueva solidaridad entre todos los que sufrimos los embates de la crisis y la emergencia nacional.
La unión que tanto deseamos los venezolanos, debe ser reformulada y construida. Esta allí, latente, pero nos exige un proceso de trabajo, aceptación y aprendizaje. De esfuerzo y compromiso. No se producirá de ocasiones esporádicas o por necesidades oportunistas. Saldrá a partir del reconocimiento, el respetoy la aceptación de nuestra diversidad y situación. Deberá tener una expresión material,sincera y verdadera,en nuestras relaciones con los demás.
Muestras de ello las podemos encontrar en la calle. En Mamera, la señoraMílvida Alcázar ha creado una Fundación Ayúdame, que opera desde su casa y alimentra a 60 niños de su comunidad, a través de la autogestión y la cooperación con otras instituciones. La organización Dona tus Medicamentes, por ejemplo, articula el intercambio de medicinas a nivel nacional, concientizando a las personas para donar medicinas que ya no utilizan antes de que se venzan. A título personal, la mañana en la que escribo estas líneas soy testigo en la calle de como vecinos y transeúntes ayudan a impedir el secuestro express de una muchacha , bloqueando el carro de los secuestradores y enfrentando a los delincuentes, hasta frustar el secuestro y lograr que los perpetradores se den a la fuga.
Estos casos, reales, puntuales, nos hablan de nuestra realidad de hambre, crisis médica e inseguridad, pero también de la realidad de personas que se reconocen en la emergencia y, a pesar de la impotencia, el desánimo y el miedo, se apoyan entre sí, logrando una diferencia, afectando positivamente su vida y la de los que le rodean. Una muestra de la “calle” y “unión”, de la que no somos conscientes y la mayoría de las veces no reconocemos, que hace frente a la realidad para generar una nueva, esa que tanto estamos buscando.
Coordinador de Movimiento Mi convive
Miembro de Primero Justicia