La crisis de convivencia que sufre el país ha
alcanzado cuotas desbordadas de violencia. En el momento de escribir estas
líneas sus dos expresiones más contundentes tienen que ver con la crisis alimentaria y el proceso para la
activación del revocatorio.
Por
un lado la figura de los CLAPS ha añadido un nuevo factor de tensión a la ya crítica
situación de racionamiento y escasez de estos últimos meses. A ello se suma a una brutal represión gubernamental,
amparada por la nefasta resolución 8610 (que autoriza el “uso de la fuerza
potencialmente mortal”), de las expresiones de descontento y protesta popular que
se están produciendo en toda Venezuela.
No podemos sino
lamentar las muertes de madres y jóvenes
como Elizabeth Ortiz Gómez y Luis Josmel Fuentes, a manos de las fuerzas policiales,
en los terribles sucesos que se produjeron en Mérida, Cariaco y Petare en las
primeras semanas de junio.
La respuesta del Estado
ante la desesperación por el hambre y la
imposibilidad de alimentar a nuestras familias ha sido la violencia.
Esta misma replica es la
que se le ha dado a las manifestaciones pacíficas para la activación del
referéndum revocatorio. Las marchas convocadas por Henrique Capriles fueron interceptadas
por fuerzas del ejército, en episodios de represión donde se emplearon tácticas
penalizadas en varios países del mundo, como la aplicación de gas pimienta
directamente en el rostro de los manifestantes.
Esta estrategia de violencia
e intimidación se mostró en toda su crudeza el 9 de junio cuando el asambleísta
Julio Borges fue impedido a la fuerza, por efectivos del ejército nacional, de
acceder a la sede del CNE, para luego ser golpeado, con cabillas, por un grupo
de personas relacionadas a la alcaldía de Libertador, actuando impunemente y sin
ser detenidas.
La imposición de un
perverso discurso que busca hacer ver a las víctimas como victimarios es la
otra arista de esta estrategia. Voceros del gobierno como Diosdado Cabello y
Jorge Rodríguez constantemente
culpabilizan y demonizan a individuos y grupos de afectados y víctimas. El
mismo presidente Maduro acusó a Borges de ser el generador de los hechos de
violencia en los que fue atacado.
Todo esto señala una
clara intención del gobierno de utilizar las instituciones y mecanismos del Estado, no para producir soluciones a la gravísima
crisis que atravesamos y establecer vías de entendimiento, sino para generar violencia, más conflictividad y desunión entre los
venezolanos y desintegrar los pocos lazos de convivencia que aún resisten en
nuestro país.
Este momento nos exige
templanza, inteligencia y la necesidad
de apelar a lo mejor de nosotros para no sucumbir, e incluso contribuir, a la
espiral de violencia que sacude nuestra realidad.
La esperanza en que
podamos lograrlo está sustentada en la experiencia que, en estos mismos días, hemos
vivido en dos comunidades de Caracas, donde la solidaridad y el encuentro entre
nosotros, conjuran a la violencia y la desintegración.
Asistimos a la Marcha por
la Vida, en el barrio Kennedy. En este lugar, tristemente conocido por la
masacre de los estudiantes en 2005, la comunidad se reunió para manifestarse
contundentemente en contra de la violencia y la muerte. También estuvimos en
Catuche organizando con el Movimiento Mi
Convive un nuevo sancocho comunal, donde el barrio buscó un momento y un
espacio para compartir en grupo y aliviar el drama alimenticio sin preferencias
partidistas ni egoísmos.
En ambos casos la gente
se reunió, tendió la mano a la familia y al vecino y respondió al hambre y a la
violencia con solidaridad y convicción.
Creemos que en estas muestras
de fortaleza y humanidad, en estas pequeñas victorias, están las señales para
enfrentar la desesperación y la
intimidación que busca someternos.
Las jornadas que se
inician el día de mañana lunes 20 para
la validación de firmas, serán un nuevo desafío en ese sentido.
Son claros los intentos
gubernamentales de interrumpir la activación del revocatorio, y cerrar una
clara vía pacífica para la resolución de esta crisis. La parcialidad de los
principales rectores del CNE se ha evidenciado en una serie de irregularidades
en el proceso y los resultados de la aprobación de las firmas.
Pero no podemos permitir
que el gobierno cercene la manifestación a través del voto. Esta es una de las
expresiones más profundas de convivencia en nuestro país y ha ayudado, en los momentos
más complejos de nuestra historia democrática,
a expresarnos, entendernos y llegar a unos acuerdos mínimos de concertación. El
6D, sin ir más lejos, fue una muestra de esa convicción.
Mañana se inicia otra etapa
en un largo y complejo camino. Solo con participar y ayudar a otros a hacerlo,
habremos logrado ya una victoria.
Roberto Patiño
Activista social
Coordinador de Movimiento Mi convive
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