En momentos de
profunda crisis como la que vivimos actualmente, la gente puede tomar la
responsabilidad sobre sí misma y su entorno, y se encuentra con otros para
buscar aliento, ayuda y enfrentar la adversidad.
Esta
ha sido siempre nuestra experiencia y se
ha confirmado en estas semanas. En nuestra iniciativa #alimentalasolidaridad,
logramos articular con miembros de la comunidad, organizaciones y otros
sectores de la ciudad para lograr dar una comida diaria a 220 niños durante 8
semanas, en el período de vacaciones. Una iniciativa a la que sumamos más
beneficiarios y que hubiese sido
imposible de lograr sin el esfuerzo y el compromiso de toda la gente involucrada,
bajo una visión de solidaridad y convivencia auténticas.
Gente
como la señora Juana, que ayuda a organizar a sus vecinos, detectando cuáles
están en mayor situación de riesgo para ser los primeros beneficiarios de las
comidas. La señora Juana busca a gran parte de los niños, avisa a sus padres
para lleguen a tiempo y se asegura de que todos los muchachos sean alimentados.
Junto con otras mujeres de la comunidad se encarga de la preparación de las
comidas y el aporte de parte de los ingredientes. Los niños confían en ella,
una figura familiar y reconocida para ellos. Los niños la ven venir, llamándola
“Mamita”, la única satisfacción que
demanda la Sra. Juana de su labor.
Hemos
contado con la ayuda de nutricionistas para elaborar menús adecuados y de
estudiantes y jóvenes que realizan una labor de voluntariado para apoyar el
servicio de los niños. Personas en otros
sectores de la ciudad han logrado obtener los insumos necesarios para mantener
la iniciativa durante el tiempo estipulado
Las
comidas se han convertido en espacio de encuentro, donde la gente puede
intercambiar información, estrechar lazos y a veces, sencillamente, ser
escuchada. Compartimos experiencias estremecedoras y la situación extrema de
padres y niños, pero también nos alegramos con las personas al ver la diferencia que este esfuerzo va
marcando en sus vidas: una ayuda inestimable para atravesar la situación y
reveladora de la trascendencia de los vínculos de solidaridad que vamos
forjando.
Por
el contrario la narrativa gubernamental hace un relato del país signada por el
miedo y la desconfianza entre nosotros y donde
las relaciones se dan solo a través del sectarismo o el sometimiento a
un grupo en el poder, so pena de ser castigados o excluidos.
Es
una visión de enemigos y facciones irreconciliables. Nos muestra otra cara de
la moneda, donde ante la crisis podemos
ceder a la desesperación y el miedo. Perder la
esperanza, considerarnos incapaces y en desventaja ante la avasallante
realidad y resentirnos con aquellos cuya
situación es diferente a la nuestra. Una visión terrible, con su sectarismo, su
defensa a ultranza del poder por sobre las necesidades del país, que
criminaliza a quienes cuestionan sus procedimientos o critican sus acciones
tratándolos de traidores y enemigos y que establece una visión de violencia,
conflictividad, y resentimiento.
Cuando vemos la represión de las
fuerzas policiales, con violaciones a derechos humanos cometidas sin
restricción o penalización, así como
actos de violencia en los micros saqueos que se producen diariamente en el país,
con su saldo de desesperación y dolor, podemos creer que esta visión, tan
cercana a la de la narrativa oficial, se ha convertido en la de la gente.
Y
no es así.
Es
cierto que son necesarios profundos cambios políticos y económicos para generar
soluciones estructurales que nos permitan salir de la crisis en la que estamos
sumidos. Pero también es verdad que estos cambios no podrán darse sin tomar en
cuenta a todos los sectores de la
sociedad, con su participación y compromiso.
El
actual momento de crisis se recrudece y empeora en el desánimo y la
fragmentación. Exige de nosotros el reconocimiento de los problemas y de
nuestras capacidades, cualesquiera que éstas sean, y el juntarnos y organizarnos para enfrentar las grandes contrariedades,
produciendo soluciones reales y duraderas.
En
cada sancocho, cuando logramos poner un plato de comida frente a un niño, nos
damos cuenta del efecto positivo que podemos causar en su vida, y que se da
gracias al poder del encuentro organizado de muchas personas: familiares,
amigos y vecinos.
Esa
es nuestra verdadera realidad.
En
esta semana una iniciativa inspirada en nuestros sancochos se produjo en
Margarita y sus organizadores lograron alimentar a 150 personas. Ya llevan otro
hecho y buscan hacer al menos un sancocho por semana. Como nosotros, también
han reconocido y, más importante aún, están ejerciendo, el enorme poder de
reconstrucción y cambio, de solidaridad y convivencia, que en medio de esta
dura situación sólo puede generar el encuentro entre nosotros.
Roberto Patiño
Coordinador de
Movimiento Mi Convive
Miembro de
Primero Justicia
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